Mi primer fracaso homeopático
Mi primer fracaso
Recuerdo perfectamente mi primer fracaso como homeópata. Acababa de terminar mis estudios de homeopatía, tras finalizar los de quiropráctica y los de osteopatía. Me sentía que poseía la varita mágica para curar cualquier dolencia, aunque no me notaba demasiado cómodo entre tantos remedios homeopáticos y tantas dinamizaciones.
Un día me llamó un buen amigo, que en aquel momento creo recordar que tenía 68 años. Me informó de que le habían diagnosticado Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA) y que le daban no más de tres años de vida, sin posibilidades de medicaciones ni mayores esperanzas. Mi amigo no se lo terminaba de creer, pues todo parece que había empezado por un hormigueo en algunos dedos de una de sus manos.
Me pidió que le ayudara con todo cuanto supiera y yo, lo primero que hice fue mandarle a un homeópata, ya que yo no me sentía muy capacitado para llevar a cabo este tratamiento.
El primer escollo con que nos encontramos fue que la compañera de mi amigo no confiaba para nada en la homeopatía y se cerraba a cualquier tratamiento porque no lo creía efectivo. En la primera cita con el homeópata, el pobre doctor se quedó sorprendido de que fueran a visitarlo si no creían en la homeopatía. Pese a todo esto, conseguí que lo tratara y mi amigo se tomó las medicinas pese a la oposición tajante de su amiga.
Los efectos no aparecieron y el tratamiento no produjo ninguna mejoría. Él me pidió entonces que lo hiciera yo. Acepté y contacté por medio de los foros en los que participaba con homeópatas de todo el mundo (especialmente de Estados Unidos) que, sin quitarme la ilusión, me dieron pistas sobre lo que debía hacer.
Le proporcioné unas sales de Schüssler que le hacían mucho bien (según sus propias palabras) y le propuse otro medicamento homeopático. Otra vez tuve que vérmelas con la compañera que consideraba que yo estaba jugando a “probar” con él la homeopatía. Delante de él y de ella les dije que no tenía ningún inconveniente en dejarlo estar pero que, dado que era él quien me lo había pedido, fuera él quien me dijera que lo dejara. Él insistió en que siguiera y seguimos. Todo cuanto hice fue en vano. Sólo las sales de Schüssler lo aliviaban mínimamente, pero no duraba mucho. Iba a visitarlo cada semana, lo sacaba a pasear, primero del brazo, luego apoyado en unas muletas y finalmente en silla de ruedas. La enfermedad seguía avanzando.
Cumplió los 70 y poco después falleció prácticamente inmóvil, sin fuerzas para hacer nada, pero confiado y tranquilo. Me costó mucho asumirlo, pero lo que más me costó asumir fue que la homeopatía no funcionaba siempre, especialmente en casos de tipo genético y degenerativo.
Como enseñanza, aprendí mis límites como homeópata, aprendí los límites de la homeopatía y aprendí a no luchar contra las circunstancias. Desde entonces he aprendido mucho y me siento feliz de todo cuanto la vida me ha enseñado como homeópata y como persona.
Andrés Guerrero Serrano, es Homeópata, gestor y director de la web Consulta Integral de Homeopatía, especialista en Homeopatía, Osteopatía, Flores de Bach y Dietética y Nutrición. Autor de varios libros y conferenciante habitual en eventos homeopáticos. E-mail: cihotm@hotmail.com
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